La historia de vida de Andrés Junco
Se llama Andrés Aurelio Junco. Nació en Mar del Plata hace 41 años y hace 35 que anda en motos. Ni bien se enteró que el Dakar 2009 se iba a hacer en la Argentina y en Chile supo que tenía en sus manos una posibilidad que parecía lejana: participar en la competencia más exigente del mundo. Pero la vida le tenía una sorpresa. Unos setenta días antes de la largada le diagnosticaron leucemia. Lejos de bajar los brazos y pese a que sus doctores le recomendaron no competir, Andrés siguió con su preparación. Y no le importó alternarla con un par de sesiones de quimioterapia.
Sólo sus íntimos sabían de su situación, pero a mitad de la competencia tomó estado público. Cuando se lo consulta, prefiere no hablar del tema. “No estoy como para hablar de eso. Dejaría que pasen los días. Lo único que pienso ahora es en llegar a Buenos Aires”, asegura Andrés, que cada tres etapas tuvo que hacerse controles médicos en el hospital del campamento.
Conociendo la fama de la carrera y suponiendo que los organizadores iban a preparar un recorrido extremadamente duro, Junco hizo una intensa preparación durante todo el año que incluyó la parte física, navegación y puesta a punto de la moto. “No hay otra carrera en el mundo que sea similar al Dakar. Yo participé en competencias de todo terreno de seis días, pero ninguna se compara con esta. Es tan particular que es difícil suponer las cosas que te pueden llegar a pasar. Sin dudas, es la más dura del mundo”, dice.
Aunque corre sin asistencia, el marplatense cuenta con el apoyo incondicional de sus amigos y de sus familiares. Un grupo lo fue siguiendo kilómetro a kilómetro alentándolo y ayudándolo cuando lo necesitaba. Incluso llegó a dormir en la casa de alguno, algo que le permitió descansar mejor que en esa pequeña carpa que siempre pone al lado de su moto. “Acá no hay tiempo para nada. Arrancas a las 6 de la mañana, a las 8 salís a correr. Llegás a las cuatro, dormís un poco, tocás la moto, te vas a cenar y a hacer la hoja ruta. Los tiempos son muy acotados. Llega un momento en que realmente estás agotado y que mejor que sacar fuerzas de tus amigos”.
Para esta aventura Junco tuvo un amigo incondicional: el motociclista Andrés Memi a quien conoce desde hace 20 años. Se entrenaron juntos y desde el inicio se cuidan el uno al otro. “Eso facilita la navegación y te da un poco más de seguridad por si tenés algún contratiempo”, aclara.
En el hombro derecho Andrés tiene un tatuaje en el que se destaca el nombre Aurelio, su pequeño hijo de ocho años a quien extraña como loco. “Pienso que esto que estoy haciendo le puede servir”, afirma. “Es como para demostrarle que si quiere algo, lo puede conseguir siempre y cuando se lo proponga”, agrega.
Dice que no sabe si la gente lo tiene que tomar como un ejemplo. Asegura que lo único que quiere es llegar a Buenos Aires y no le importa si es el mejor argentino. Vamos Andrés que ya falta poco.
Sólo sus íntimos sabían de su situación, pero a mitad de la competencia tomó estado público. Cuando se lo consulta, prefiere no hablar del tema. “No estoy como para hablar de eso. Dejaría que pasen los días. Lo único que pienso ahora es en llegar a Buenos Aires”, asegura Andrés, que cada tres etapas tuvo que hacerse controles médicos en el hospital del campamento.
Conociendo la fama de la carrera y suponiendo que los organizadores iban a preparar un recorrido extremadamente duro, Junco hizo una intensa preparación durante todo el año que incluyó la parte física, navegación y puesta a punto de la moto. “No hay otra carrera en el mundo que sea similar al Dakar. Yo participé en competencias de todo terreno de seis días, pero ninguna se compara con esta. Es tan particular que es difícil suponer las cosas que te pueden llegar a pasar. Sin dudas, es la más dura del mundo”, dice.
Aunque corre sin asistencia, el marplatense cuenta con el apoyo incondicional de sus amigos y de sus familiares. Un grupo lo fue siguiendo kilómetro a kilómetro alentándolo y ayudándolo cuando lo necesitaba. Incluso llegó a dormir en la casa de alguno, algo que le permitió descansar mejor que en esa pequeña carpa que siempre pone al lado de su moto. “Acá no hay tiempo para nada. Arrancas a las 6 de la mañana, a las 8 salís a correr. Llegás a las cuatro, dormís un poco, tocás la moto, te vas a cenar y a hacer la hoja ruta. Los tiempos son muy acotados. Llega un momento en que realmente estás agotado y que mejor que sacar fuerzas de tus amigos”.
Para esta aventura Junco tuvo un amigo incondicional: el motociclista Andrés Memi a quien conoce desde hace 20 años. Se entrenaron juntos y desde el inicio se cuidan el uno al otro. “Eso facilita la navegación y te da un poco más de seguridad por si tenés algún contratiempo”, aclara.
En el hombro derecho Andrés tiene un tatuaje en el que se destaca el nombre Aurelio, su pequeño hijo de ocho años a quien extraña como loco. “Pienso que esto que estoy haciendo le puede servir”, afirma. “Es como para demostrarle que si quiere algo, lo puede conseguir siempre y cuando se lo proponga”, agrega.
Dice que no sabe si la gente lo tiene que tomar como un ejemplo. Asegura que lo único que quiere es llegar a Buenos Aires y no le importa si es el mejor argentino. Vamos Andrés que ya falta poco.
3 comentarios:
Mierda! Estoy emocionado, diós va a querer que se cumpla tu primer objetivo, llegar a bs as y luego el segundo más importante, vencer tambien a la enfermedad.
Que mejor ejemplo que este le estás dando a tu hijito Aurelio.
hoy entre al blog pensando justamente en felicitar a estos 4 muchachos argentinos de las motos que estan muy cerca de realizar la azaña de terminar este dakar, pero despues de enterarme de esto realmente se me cayeron los pantalones, al igual que jorge me emocione bastante, terrible lo tuyo andres, vamos que ya llegamos carajo!!!
fede
Aurelio debe estar muy orgulloso de su papá. Mucha fuerza para Andrés en su otra carrera.
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