Mal día para ser taxista
La rutina comenzó como siempre: prendiendo la PC y preparando el agua para el mate. Después de chequear mails, corregir algunas cosas del blog, cargar baterías y ponerme al día con Clarín.com, fui hacia la “Villa Dakar” para presenciar la serie de conferencias de prensa previstas para hoy: KTM en el Energy Station de Red Bull y X-Raid en el stand de Total.
Promediando la tarde hice un “brake” y me fui con mi familia al Zoo para tratar de hacer lo que ya dije que resulta imposible… Y pasadas las 18.30 fui para el Obelisco para ver la largada de la carrera. El taxi no llegaba más. Mientras más nos acercábamos a la “zona cero”, más lento íbamos. Viendo que el reloj se movía más rápido que el tacho, me bajé a unas 12 cuadras del ingreso a prensa.
Caminé presuroso, pero no pude evitar detenerme en Sarmiento y Callao. Una multitud estaba en la Avenida esperando a aquellos competidores que ya habían pasado por la rampa y volvían a La Rural.
Seguí mi camino y a dos cuadras del lugar, comencé a escuchar la voz de los conductores del evento. Eso me hizo erizar la piel (no digo que me puso los pelos de puntas por razones obvias). Las pulsaciones comenzaron a incrementarse y el andar presuroso se convirtió en un pequeño trote. A esa altura del recorrido Sarmiento estaba desierta, algo atípico a esa hora del día.
La ceremonia tuvo mucho color, en parte aportado por las más de 500.000 personas que se vieron seducidas por esta legendaria carrera, que mantuvo el nombre de la capital senegalesa ubicada a miles de kilómetros de Baires.
Si bien hubo algún susto, se podría decir que esta fiesta resultó exitosa. Algo que se notó en el rostro de Gregory Murac, uno de los máximos dirigentes de ASO. “Yo sabía que la gente de la Argentina es muy tuerca (sic), por eso no me sorprende tanto entusiasmo. Me esperaba que sucediera algo así. Es una satisfacción”, me dijo.
Luego de ver a Stephane Peterhansel, máximo favorito a ganar la carrera, emprendí el regreso. Paré un taxi y ahí me encontré con otra visión del Dakar. “Mirá que a mi el automovilismo me gusta y esto del París-Dakar siempre lo sigo, pero la verdad no me gusta que se metan con mi trabajo. Estaba todo cortado, me hicieron gastar gas, el aire a condicionado, hoy el día fue una pérdida de tiempo”, me dijo el tachero, antes de relatarme algo gracioso que le había pasado un par de horas antes.
“A eso de las cinco, en Córdoba y Junín, subí a dos viejitos que querían ir a Corrientes y Suipacha. Les dije que íbamos a tardar porque estaba todo cortado por la carrera. Me dijeron que sabían y me recomendaron ir por Viamonte, cosa que hice. Llegamos a tardar 12 minutos por cuadra. A medida que nos acercábamos el tráfico se hacía más lento. Les pregunté si era muy importante lo que tenían que hacer, porque iban a llegar tarde. ¿Sabés qué iba a hacer los viejitos? Ver una película portuguesa de una ópera. Los convencí para que volviéramos. Así que un vieja de ocho pesos lo terminaron pagando 18. Es como si hubieran ido al cine, porque la entrada para los jubilados les sale 6. No sabés la cara que tenían cuando se bajaron”.
“A nosotros esto nos mata. Porque no pudimos estar en la zona donde hay más trabajo. Me tuve que ir a Palermo a ver como la gente miraba vidrieras. El París-Dakar es muy lindo, pero cuando se meten con tu trabajo te jode un poco”, agregó como buscando apoyo. Enseguida le dije que era muy probable que la experiencia se repita en 2010. “¿En serio? Bueno, que vengan, pero que larguen en La Rioja”, fue su respuesta.
La charla se detuvo abruptamente. Ya habíamos llegado a destino.
Promediando la tarde hice un “brake” y me fui con mi familia al Zoo para tratar de hacer lo que ya dije que resulta imposible… Y pasadas las 18.30 fui para el Obelisco para ver la largada de la carrera. El taxi no llegaba más. Mientras más nos acercábamos a la “zona cero”, más lento íbamos. Viendo que el reloj se movía más rápido que el tacho, me bajé a unas 12 cuadras del ingreso a prensa.
Caminé presuroso, pero no pude evitar detenerme en Sarmiento y Callao. Una multitud estaba en la Avenida esperando a aquellos competidores que ya habían pasado por la rampa y volvían a La Rural.
Seguí mi camino y a dos cuadras del lugar, comencé a escuchar la voz de los conductores del evento. Eso me hizo erizar la piel (no digo que me puso los pelos de puntas por razones obvias). Las pulsaciones comenzaron a incrementarse y el andar presuroso se convirtió en un pequeño trote. A esa altura del recorrido Sarmiento estaba desierta, algo atípico a esa hora del día.
La ceremonia tuvo mucho color, en parte aportado por las más de 500.000 personas que se vieron seducidas por esta legendaria carrera, que mantuvo el nombre de la capital senegalesa ubicada a miles de kilómetros de Baires.
Si bien hubo algún susto, se podría decir que esta fiesta resultó exitosa. Algo que se notó en el rostro de Gregory Murac, uno de los máximos dirigentes de ASO. “Yo sabía que la gente de la Argentina es muy tuerca (sic), por eso no me sorprende tanto entusiasmo. Me esperaba que sucediera algo así. Es una satisfacción”, me dijo.
Luego de ver a Stephane Peterhansel, máximo favorito a ganar la carrera, emprendí el regreso. Paré un taxi y ahí me encontré con otra visión del Dakar. “Mirá que a mi el automovilismo me gusta y esto del París-Dakar siempre lo sigo, pero la verdad no me gusta que se metan con mi trabajo. Estaba todo cortado, me hicieron gastar gas, el aire a condicionado, hoy el día fue una pérdida de tiempo”, me dijo el tachero, antes de relatarme algo gracioso que le había pasado un par de horas antes.
“A eso de las cinco, en Córdoba y Junín, subí a dos viejitos que querían ir a Corrientes y Suipacha. Les dije que íbamos a tardar porque estaba todo cortado por la carrera. Me dijeron que sabían y me recomendaron ir por Viamonte, cosa que hice. Llegamos a tardar 12 minutos por cuadra. A medida que nos acercábamos el tráfico se hacía más lento. Les pregunté si era muy importante lo que tenían que hacer, porque iban a llegar tarde. ¿Sabés qué iba a hacer los viejitos? Ver una película portuguesa de una ópera. Los convencí para que volviéramos. Así que un vieja de ocho pesos lo terminaron pagando 18. Es como si hubieran ido al cine, porque la entrada para los jubilados les sale 6. No sabés la cara que tenían cuando se bajaron”.
“A nosotros esto nos mata. Porque no pudimos estar en la zona donde hay más trabajo. Me tuve que ir a Palermo a ver como la gente miraba vidrieras. El París-Dakar es muy lindo, pero cuando se meten con tu trabajo te jode un poco”, agregó como buscando apoyo. Enseguida le dije que era muy probable que la experiencia se repita en 2010. “¿En serio? Bueno, que vengan, pero que larguen en La Rioja”, fue su respuesta.
La charla se detuvo abruptamente. Ya habíamos llegado a destino.
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