Esta Aventura Dakar llegó a su fin
El Hércules salió de Córdoba poco después de la media noche. Tardó una hora y veinte minutos en aterrizar en El Palomar, el lugar donde había comenzado esta aventura el 3 de enero. Ahí nos esperaban don ómnibus: uno iba a La Rural y el otro al Obelisco, el que finalmente me tomé.
Ni bien llegué a Pellegrini y Sarmiento subí a un taxi. “En 10 minutos estoy ahí”, comuniqué por celular. “Dale que Tommy no aguanta del sueño”, me dijo Silvina. Cuando bajé del ascensor noté el cartel de “Bienvenido” que había hecho mi hijo. Presuroso abrí la puerta y lo primero que ví fue a mi señora trayéndome a Tomás, que se había dormido hacía cinco minutos.
Lo sostuve un buen rato en mis brazos y lo llené de besos. Mi barba de cuatro días lo molestaba, pero no lo suficiente para despertarlo. Recién cuando la madre le dijo por quinta vez que había llegado papá, esbozó una pequeña sonrisa.
Las siguientes horas no fueron muy diferentes a la rutina de los últimos días, aunque esta vez se disfrutó de otra manera. Me levanté a las 10 y esperé que se despertara Tomás.
Cuando me vio quedó sorprendido. “Vino mi papi, vino mi papi”, dijo con ese tonito de voz que tuve en mis oídos durante las última dos semanas. Acto seguido, me mostró los tres dibujos que había hecho para mi: El que estaba en la puerta, otro del Ratón Pérez 2 (la película que habíamos ido a ver el día antes de mi partida) y un garabato que en su imaginación era el recorrido del Dakar.
Almorzamos y de ahí me fui a La Rural para seguir los últimos momentos de la carrera y esperar al quinteto de argentinos que llegó a la meta. También tenía un objetivo extra periodístico para esa tarde: prepararle un regalo especial a Tomás.
Conseguí que la gorra que me acompañó en los últimos 15 días –con tierra de todo el recorrido- tuviese la firma de Giniel De Villiers, Marc Coma y Cyril Despres. Cuando llegué a casa se la dí. Fanático de las gorras como es, se puso contento. Pero no se dio cuenta de los autógrafos. Le duró poco en su cabeza. Ni bien se percató de la suciedad que tenía, se la sacó y me la devolvió. Ahora el recuerdo está colgado en su dormitorio. Estoy seguro que algún día, esa gorra servirá de excusa para contarle todas las vivencias de estas dos semanas inolvidables…
Tras pasar la tarde en La Rural, nos fuimos a cenar en familia a Burger King (mi organismo pedía a gritos un poco de comida chatarra). Llegamos a casa a las 12 acompañados de mi suegro. El “Abu Jorge” ofició de niñera por unas horas y así pudimos ir con mi esposa a la fiesta del Dakar en Crobar, en el corazón de Palermo.
Sólo duré cuatro cervezas. A las tres y media pegamos la vuelta. Cinco horas más tarde estaba nuevamente en La Rural escuchando a Etienne Lavigne haciendo un balance de la carrera y evitando confirmar los que todos ya saben: que el año que viene Sudamérica volverá a recibir a la carrera.
Ahora estoy más tranquilo. Sin toda esa adrenalina que me provocó estar en el corazón del Dakar durante 15 días. En ese momento me parecía increíble ser parte de la caravana de la carrera. Hoy me parece increíble que esta aventura se haya terminado.
PD: Gracias a todos.